lunes, 29 de octubre de 2018

May be

May be

No recuerdo bien las veces que he llorado por tu causa, no quiero tal vez. ¿Se puede (intencionalmente) sufrir tanto?
No es que importes mucho para el universo, aunque reconozco que para mí, en su momento, fuiste el único universo subyacente. Ahora que me lo pienso bien, no eres nada, aunque fuiste todo. Soy el producto de tus ansias, de tus deseos, soy lo que quisiste hacer de mí y soy lo que permití que hicieras.
Decir que no te quiero sería estúpido, sonaría falso y hasta jocoso, si repaso todo lo que hice por ti (creyendo que lo considerarías) estoy seguro que dentro de un reality quedaría como ganador. No conozco alguien con más fe que yo (confundiendo la fe con ingenuidad) y es que cuando uno está bajo el conjuro de unos ojos así, no es capaz de fabricar pensamientos coherentes y eficaces.
Te odio, tal vez, te necesito, probablemente. No conozco otra forma de vivir y eso de evolucionar no se me da. Sé que no quedan opciones, ya no eres parte de mí, pero te quiero, estás distante de mí ser y sin embargo te vivo, respiro, te siento. No eres tú; eso es seguro; no es tu culpa, tú ni siquiera sabes de mí o por lo menos no te interesa.
¿Será que enfermo vivo y no paso de la negación de mi precaria condición? Es para mí tu vida esquirlas de otrora felicidad. Son ansias de regresar y anhelos de no verte. Sufro contigo y sin ti. Si lo del mal necesario es real, tú eres la evidencia y yo las consecuencias.
A veces cuando cansado de llorar por lo que no pasó, por lo que quizás hubiese pasado, por lo que que sí pasó; mi mente ahogada de rabia e impávida de pánico se duerme en las ideas de un quizás...sueño y sueño y sueño más. Ay si estuvieras, si vieras, si fueras. Como saber si te superaré si al mismo tiempo quiero seguir sufriendo. Es tan tonto el amor y tan vano el destino, tan frágil tú, tan débil yo. Y si murieras ¿Qué haría yo? maldita sea...nada, simplemente nada y sin embargo mi mente no coordina ideas no enlaza pensamientos. Yo, lo acepto, soy un simple papel mojado por la lluvia, tirado en la vereda del destino, que algún día tuvo escrito una historia de amor muy bella, pero que de tanto llanto sólo tiene en sus antes blancas ilusiones, negras manchas de dolor mezclado con ensueños, pálidos de tanto esperar.
Romeo murió seguro de ser correspondido y su muerte valió la pena, pero y mi vida ¿Vale algo?, ¿Quien recuerda a los cobardes?.. Sí, te casaste, maldita bruja, mi amada, mi némesis, mi ángel. No tuve el valor, no lo conozco, solo sirvo para vivir en las sombras, como un hongo que se alimenta de lo que otros desechan, que no anhela nada más que lo lúgubre de las tinieblas. Te amé, sí, pero se que tambien te olvidaré, tal vez.
Mientras tanto la muerte es mi anhelo, y dormir mi pasatiempo. No sé otra forma de olvidar, me quedé tan débil que amar a otra no se me ocurre. Ya no tengo nada que ofrecer, ya para qué, eres mi esfuerzo y mi fracaso, lo que formé y lo que me mató.
Te olvidaré sí, tal vez. Quizá vuelva amar, pero no así, por que cuando este latiendo mi corazón por otra alma, sus latidos dirán tu nombre y lloraré.
Pedirte que vuelvas, tal vez, pero aún si regresaras no serias la misma y yo no te amaré igual. Por que es mi desdicha y la de toda la humanidad  vivir amando lo que éramos y odiando lo que somos, en un sueño macabro dormimos y nuestra realidad es el producto de nuestro pasado.
Te ame sí, pero también te olvidaré, tal vez.

miércoles, 29 de agosto de 2018

HIJO DE ALBAÑIL

Hijo de albañil.

"La evaluación sostenible es definida como una evaluación que satisface las necesidades del presente y prepara a los estudiantes para satisfacer sus propias necesidades de aprendizaje en el futuro".
(Boud, 2000 p.2).
   Es interesante leer que ahora la evaluación ha sido considerada como un medio para satisfacer las necesidades de una persona y que además sirve como medio de preparación para un aprendizaje futuro. Si mi maestro de dibujo técnico del colegio hubiese escuchado esto probablemente habría insultado al que le transmitía esta idea. Su consideración ante una evaluación era que servía para determinar al estudiante vago del inteligente y por otro lado, tinosamente le permitía determinar el estatus, genealogía y futuros incidentes socio-económicos de un estudiante, tan sólo con poner una calificación en una hoja podía ver muchas variable. Cómo es posible que estos neo pedagogos rebajen a la evaluación a tamaña situacion, restándole clarividencia al docente y la potestad de encasillar a un aprendiente en lo que es y lo que será.
Estaría yo en noveno año en un colegio de renombre, tres días pasó mi madre en la antesala de  secretaría para poder inscribirme en el afamado colegio, ella y 200 más, unas considérense ellas, con más derechos que otras. - No hay bancas señoras, no insistan. -Eso decía el inspector, advirtiendo  con eso que seguro ellas tendrían que "colaborar" con algo más que la matrícula, que en ese entonces significaría dos semanas de comida para mi familia, pero yo valía la pena decía mi madre; había sido el único que terminó primaria, para ella, la esperanza de tener un hijo preparado, tal vez vivir a través de mí lo que ella dejó por un hombre que resultó un príncipe azul pirata (príncipe por que mi abuela llamárase Reina, azul por el exceso de alcohol y pirata por terminar tuerto después de una reyerta).
Volviendo a la pedagogía, ahí iba yo, sin saber raíz cuadrada y con los traumas arrastrados de mi escuela en la que los maestros con poco o nada trataban de disfrazarnos para parecer leones en medio de la selva educativa a la que nos enfrentaríamos luego, dicho sea de paso, de mi disfraz de león yo solo llevaba la melena y eso por mi ascendencia afro.
Diríase que por aquel entonces teníamos oportunidades diferentes que las de ahora, pero al fin y al cabo eran oportunidades. Mi profesor de dibujo de apellido Carvajal era indígena, lo decía toda su morfología, lo gritaban sus pasos y lo confirmaba su dialecto. No le entendería yo, me evocaba de nuevo a aquellos lugareños del pueblo de mi padre ( que no es el mismo príncipe pirata...otra historia), cuando el llegaba al curso... en los primeros días , me agradaba; quería utilizar todos esos materiales que él había pedido para que aprendiéramos a dibujar, entre ellos un tablero de contrachapado de 40 x 30cm y una regla T, en la vida había usado yo tanta parafernalia para dibujar, pero ahí estaba yo ; listo para conquistar mis miedo. No es por nada pero ya tenía destrezas para el dibujo, entre mis tantas fugas de mi lacerante realidad había llegado al mundo de los dibujos, a mano alzada diría Carvajal, para representar lo que quería vivir y de lo que quería huir.
al día once de iniciadas las clases por fin debía llevar mis materiales y a la tercera hora llegaría la eminencia con tanto cúmulos de conocimientos que no sabría yo por donde empezar a aprender. Al fin llegó, con quince minutos de retraso, hay que comprender, tanto conocimiento ha de pesar en la ínsula y esto provoca que se desconecte el cerebelo del encéfalo y por ende se baja la velocidad al andar y evitar caer producto del mareo sapiencial. Dejemos el diagnostico neuronal de mi maestro y pasemos a la pedagogía que como diría Cantinflas -"ahí está el detalle".
Entró al aula y todos nos movimos a nuestros lugares, ése es un detalle curiosos, los educadores nos instan a descubrir, socializar y comunicar lo que sabemos, pero si estamos gregados en un aula no debemos movernos ni hablar y socializar, ¡Pónganse de acuerdo!. Luego de la fuerte llamada de atención por no estar en nuestros lugares asignados nos dio una lista retailada de cosas y normas que debemos y no debemos hacer, enfatizando y estancándose en las que NO debemos hacer y ahora recuerdo un capítulo de "Los Simpson" -Si te mueves, tabla, si respiras, tabla, si protestas, tabla.
Empezamos con algo sencillo, creo que fue una muestra de consideración por parte del maestro, algo así como: -Pobres entes de precario conocimiento, les dejaré vivir por hoy y que hagan lo que puedan.
Dijo: - Hagan un dibujo libre. Vaya,  -Un dibujo "libre", me dije; de eso se trata, por fin libertad, esa libertad que no me restringe mi pensamiento ni mi imaginación, esa libertad que me permite volar hasta lo que nadie cree que pasará. Empecé con un follaje, quizá arrastrado por mis experiencia vividas en mis vacaciones en el pueblo de mi padre. Dibujé una casa y a lo lejos el sol. Creía yo que poner  elementos de ficción en mi paisaje natural seria buena idea y dibujé platillos voladores y casas de cristal con gente parecida a los supersónicos. ¡Estupéndo!, eso es lo que yo llamo "libre", naturaleza con tecnología conviviendo juntos. No sabía nada de desarrollo sostenible pero sin pensar esa era mi idea de libertad.
Mi compañera de al lado dejó caer sin querer su hoja y me agaché a pasársela, cuando se la dejé en su pupitre ella dio vuelta y pensó que le estaría copiando, gritó: -Profesor este niño me quitó la hoja para copiarme. -Copiar en un dibujo "libre", me dije , y ésta que tiene?. Paso seguido vino el poder inquisitivo y evaluador de la eminencia magisterial.
Con tono de sargento me dijo-Habers, qué pasa?, vos que tienes?, mono habrías de sers. Y luego hizo una pregunta digna del FBI: -A qué se dedica tu padre?. -Cómo? me dije a mi mismo, -mi padre?. En fin, no me quedaba más que contestar, supuse que sería para contactar a mi representante e informar de lo acontecido, pero que bah!, esa pregunta le daría al profesor la capacidad, supongo innata, de poder determinar mi pasado, presente y futuro. Habría él, hecho un doctorado en Incidencia de las genealogías y su efecto en el desempeño socio económico de los estudiantes", como puedo cuestionar la didáctica y metodología de mi profesor.
Contesté al fin: -Es albañil, eso desencadenó un informe del diagnostico sociocultural que en una fracción de sinapsis el profesor habría hecho. Y claro, tamaño descubrimiento no podía quedarse en las miasmas de la ignorancia colectiva, por tanto lo publicó, no necesitaba Facebook, el tenía la capacidad de tener más "likes" en milésimas  de segundos. Cuando se tiene autoridad y poder junto con ellos viene la salamería y la conveniencia, vecinas chismosas de la envidia.
-Ya decía yo, que mendigo habías de sers. Que te puede enseñar un albañil, un carbonero un patialsuelo, es que no entiendo cómo se permite negros aquí, gente que viene a robarles a los demás el derecho que tienen de estudiar en un ambiente tranquilo, pero ten por seguro que no llegarás al final del curso, yo me encargaré que vuelvas al sitio de donde te sacaron....-Diría algo más, pero la risa de mis "compañeros" no me dejarían escuchar, otros "perros"se hacían presente, como tomando relevo de los que en la primaria yo había dejado. Otra vez esa sensación que oprime mi pecho, esta vez la sentía como cuando te tocas un herida a la que le haz sacado tanto la caracha que se hace dura y pierdes sensibilidad, callosa diría mi abuela.
-Dame tu dibujo, cómo es posible que trates de copiar en algo que debe salir de tu cerebro, que vas hacers nada, ni cerebro has de teners. Ese fue el penúltimo análisis forense que me haría. Vio el dibujo y luego sin necesidad de un examen de sangre supuso mi adicción a alguna droga de moda en ese tiempo, no teníamos "H", seria marihuana o pegamento. -Que es esto? dijo, -Estas fumado?- Ese fue el diagnostico final, -A quién se le ocurre que en el campo hay casas de cemento, no has visto que en el campo lo que hay son chozas?. Supongo esa deducción la sacaría de sus recuerdo del páramo, donde estaría su madre gritando: -Hijo de mi alma, de mi alma hijo mio. Puso un 10, que en ese entonces era como sacar 5 ahora. me tiró la hoja en la banca y me dijo que saliera hasta que él se vaya.
No miré a nadie, pero sabia que todos me miraban, sus miradas las sentía atravesando mi piel y al mismo tiempo diseñando en mi persona y una marca, un tatuaje, como los que se hacen los aborígenes con navaja para representar algún rasgo zoomorfo. Mi rasgo era el de un burro, burro que pretende ser unicornio.
El poder de la evaluación es como el de un cuchillo, tal vez depende de las manos que la usen y en mi caso y por esa ocasión la uso un niño de seis años, que me lastimó profundamente. Lo odié, con todo el odio que un niño puede sentir en ese momento, me odié a mi mismo, por arrastrar este color, este pelo, esta vida. Odié a la gente y por primera vez sentí que ya nada me importaba, no me importaba lo que sentía ni lo que esperaba del mundo, tampoco me importaba lo otros sintieran, al fin y al cabo lo que seguro había aprendido hasta ahora es que: "si naciste en el lugar equivocado solo debes esperar el castigo por error tan garrafal".
Por tanto, la evaluación por ese entonces no puso delante mío un escalón sino una pared, no me ayudó con mis necesidades, me impuso más, no facilitó mi aprendizaje perdurable, lo que sí hizo perdurable fue mi evidente incapacidad para integrarme a los grupos sociales.

martes, 28 de agosto de 2018

LADRIDOS EN LA NOCHE

Ladridos en la noche...
-Vete a dormir, mañana te debes levantar temprano para repasar, ¡No quiero que te saques malo en ese examen! me oiste.
-Esa esa la voz resonante de mamá en las temporadas de examen, fui criado en un ambiente muy pobre, de madre lavandera y padre albañil; casa de bambú en un caserío que carecía de servicios básicos, por lo tanto como deben suponer fui a una escuela del estado  a la que demoraba unos 25 minutos a pie para llegar a ella. Mi escuela, aun recuerdo su nombre que me lanza de sopetón a mi infancia precoz y magullada.
En mi cuidad no era muy fácil sobresalir, por tanto imaginaran que hay muchos queriendo ser íconos y terminan siendo solo unos incógnitos que nadie recuerda ni conoce. Yo no tenia muchas aspiraciones a mi corta edad, a decir verdad no me consideraba alguien digno de soñar , aunque eso no significa que no soñaba, de hecho soñaba muy frecuentemente, okey, lo acepto; soñaba todo el día. Quizá como un medio para fugarme de mi realidad.
El día antes de mi examen de matemáticas, allá por el sexto grado, con la maestra Anita Álvarez, a mis diez años, estaba seguro que sería un examen nefasto, no existían en aquel entonces las ayuda con las que cuentan ahora los estudiantes, ya quisiera yo haber tenido un DECE ji ji, o la facilidad con la que se accede a la información como ahora. Bueno yo sabía que debía sacar quince puntos o simplemente soportar una paliza más.
No es que yo haya sido un estudiantes desganado ni mucho menos, tan solo que como muchos, fui una víctima más de las ciencias árabes. Como si no fuera suficiente lo que vivía, también las que habían jurado sacarme del hoyo donde vivía, me torturaban haciéndome sentir como un imbécil, quizás, digo yo, era su precio por darme lo que la maestra decía -Es la clave para salir adelante. Ojo que mi sentido de orientación a esa edad no era de lo mejor, no era yo un pájaro de largo vuelo. De hecho ni siquiera sabía que significaba ese "adelante".
Ya entrando en detalle pues seguro dirán -Y a que hora vendrán los ladridos. ji ji por que así somos de literales cuando leemos algo, queremos de inmediato relacionar título con redacción.
Al regresar por el camino agreste de la escuela hasta la casa pasé por una zanja que servía para llevar el agua de las lluvias hasta el cause mayor que conectaba los riachuelos con el río grande, debo decir que era un lugar que propiciaba el miedo y por ende sólo quería pasar de inmediato a la casa mas cercana. Siempre me pregunté quienes vivían allí, por fuera esa casa era lúgubre y  solo se escuchaban voces que emitían palabras inentendibles; voces que me transportaban al pueblo natal de  mi padre, donde yo solía ir a vacacionar, los lugareños tenían una forma muy singular para hablar. De hecho solo ellos se entendían, yo solo intuía, eso se me daba muy bien, intuir es más fácil que deducir.
Pero ese día, sin pensar pude ver a alguien bajar apresuradamente de la casa, tanto que al pisar el suelo se remeció la parte donde se asentaba la escalera de palo.
El tipo que bajaba tenía un aspecto campestre y citadino espantosos, como cuando ves un disfraz improvisado, ya pueden imaginarlo, sobrero, aretes, vaqueros y zapatillas de lona negras. Al fin, no era su mal gusto por la ropa lo que me llamó la atención, sino más bien la sangre que esmeradamente se limpiaba de sus manos.
Obviamente yo procuré esconderme, la sangre no es buena si esta fuera del cuerpo, eso lo sabe cualquier niño de 10 años, aunque sólo la haya visto en el cuello de los pollos que mamá mataba cuando le caían visitas, o como cuando la vecina de al lado tuvo que parir en casa pues no había forma de llevarla al médico, en esos casos las parteras y las vecinas son los mejores médicos y enfermeras y los niños como moscas queriendo ver lo que por la falta de youtube nos instigaba para no perdernos detalle de lo que era nuevo a nuestros ojos.
Mi corazón latía fuertemente y sentía que me faltaba aire, seguro estaba pálido e inerte, como sauce llorón cuando no hay corriente de aire y eso lo notaría el tipo con bigote difuso. Tanto que se me acercó y me preguntó que para donde iba, yo no respondería nada, era común que me quedara callado ante mucha presión, como cuando me tocó recitar frente a todos los niños de mi escuela,claro que ni punto de comparación, y sin embargo estoy seguro que por lo menos en mi mente : diría voy a mi casa,
No podía caminar yo pensando que algo me haría el tipo. Cuando él se dio cuenta que no podria hablar conmigo tan solo me empujó y me dijo -aguaite que naiden sepa que busté me conoce por que yo veré donde vive y mandaré a mis perros pa´que lo desgarren ¡oyó!.
Esa palabra"perros" me transportó irremediablemente a la vez que me atacó un perro tan solo por haberle pisado por error su cola. Desde entonces el pánico por los caninos me paralizaba.
Al llegar a casa no sabía que hacer, temía que en cualquier momento apareciera el tipo con sus tres perros famélicos y hambrientos. No hice ni tareas, claro un pretexto más para no hacerlas jijij, pero ni estudiar pude y no porque no cogiera el cuaderno, no, sólo que cada palabra, cada número cada imagen me llevaba al evento aquel.
Llegó mamá de su trabajo, ese día le tocaba lavar y cocinar, esos días en los que seguro traería algo de lo que hizo en la casa de los patrones, pero las madres pobres tienen menos tiempo para atender traumas de sus hijo, no por falta de amor, sino por falta de plata, quizá mamá notó mi semblante, pero preguntar implicaría profundizar en mis heridas emocionales y es ético cerrar heridas si las abres, por ello creo, no las abría.
Un estofado de corazón hizo que me calmara, ya dicen los biólogos que una necesidad puede ser suplantada por otra, por tanto, mi ansiedad fue suplantada por el hambre y ésta por la comida, ahora entiendo eso del desorden alimenticio, engordas por que comes y comes para suplantar tus frustraciones, sencillo.
Ya entrada la noche no quise estudiar por dos razones: no entendía nada de fracciones heterogéneas y no borraba de mi mente lo vivido, pensaba, habrá muerto a alguien ese tipo?, lo habrán encontrado?, estará cerca de mi casa?, y más importante aún ¿Como le haría para ir a la escuela al siguiente día?
Sin contar el pánico entumecedor que le tenía a los muertos, tanto o más que los perros.
Tenía mucho que pensar y para variar mis padres discutiendo por uno de mis hermanos, esa es otra historia... Mi cama tenía un colchón de lana, lana que yo me había encargado de endurecer con el orín, detallitos de niño miedoso, sin embargo la amaba, creo que más que a mis hermanos; allí en mi lecho podía seguir soñando y fijándome a mi mundo, ese mundo donde no había límites y donde los que me lastimaban no tenían derecho a entrar.
Será que el sÍndrome de Estocolmo nos ataca desde muy niños pues ese mundo se esfumó tan pronto me fui convirtiendo en la viva imagen de los que me agredían.
Las nueve de la noche, era inevitable, terminando "los picapiedras", esa serie de televisión que me evocaba más imaginación, sería el momento para ir a dormir y por desgracia cuando uno tiene mucho afán el tiempo pasa demasiado rápido, más esa noche no, resulta que la palabra "perros" volvía a mi cabeza, ahora resulta y eso lo descubrí en ese momento, tenía un oído prodigioso, escuchaba todo detalle de los ruidos nocturnos, las lechuzas cantando, mamá arreglando la cama, papá abajo cerrando el gallinero, mi hermano dando vueltas en su cama, el aire sonado entre los bambúes picados de la pared, todo.  Acaso en momento de presión se nos despiertan los sentidos? o la paranoia pone sensibles nuestros nervios?, no lo sé , sólo sé que los ladridos lejanos de "perros" marcando territorios me atormentaban. Eran tan lánguidos y amenazantes que sólo de cerrar los ojos me transportaba a una calle oscura, con árboles a los lados y con una casa vieja a una orilla, una escalera de palo de mangle y "perros" organizándose para atacarme apresuradamente.
Mi pecho guardaba esa sensación acalambrante que te hace pequeñito el corazón y que te deja colgado en sensaciones, allí en el punto que no sabes si llorar o gritar.
Me decía a mi mismo, si los perros ladran lejos pues no hay riesgo y sin embargo esa lógica no me sacaba de mi sitio de conflicto. Habría hecho bien en contar a mis padres, pero para mi no era nuevo tener cosas ocultas a ellos, el temor a una paliza suele ser más grande que el afán por salvarte.
Dormí, claro, o lo intente con todas mis fuerzas y seguro que con todo y mis intentos pude contar 85 ladridos entre cercanos y lejanos, de hecho podía en un momento sacar patrones de ladridos entre unos perros del Oeste y otros del Este, y el del Norte sólo ladraba para confirmar al perro del Este que lo apoyaba incondicionalmente. Deduje además que los perros no ladran solo para hacer notar la presencia de un desconocido, sino también para gritar: soy dueño de este territorio, las hembras me pertenecen, si te acercas te mato. Curiosamente nosotros los humanos hacemos lo mismo, solo que nuestra ostentación no colinda en el tamaño de nuestros ladridos sino en el tamaño de nuestras pertenencias. Sale a relucir lo animalesco de nuestras vidas ahora que lo pienso mejor.
Al fin amaneció, 5:30 am, mamá con su llamado tan peculiar y con el sonido de las ollas desde la cocina marcaban el compás para que yo me levantara y aceptara mi triste realidad: no estudiastes y no dormiste.
Sería yo tan memorista que no sólo recordaba los hechos del día anterior, sino también cada número visto mientras intentaba estudiar. Al final pase el examen de mamá, el más sencillo, solo consistía en preguntar y que yo le dijera al pie de la letra lo que estaba puesto como respuesta, el de la maestra era otra cosa; seguro han hecho un examen de matemáticas, de esos que tienen todo lo que no estudiaste o entendiste.
Me puse el uniforme con la lentitud mas notoria, como cuando ves esos reencuentros en las series de Super campeones, donde una patada hacia el arco puede durar toda una vida. Obvio esa lentitud traspoló en el mismo instante que mamá pegó su grito de guerra anunciando una paliza. Entendí entonces que en la vida hay cosas inevitables, finalmente no podemos evitar lo que debe pasar, destino o no, era seguro que debía ir a la escuela y afrontar mis dos temores: pasar por la casa y reprobar el examen , no se cuál me causaría mayor pérdida. No soy muy bueno en los negocios a si que decidir no es mi fuerte, me es más fácil dejarme llevar por la corriente.
Mientras camino me percato que otro error fue no haber hecho amigos, mi personalidad siempre fue motivo de alejamiento por parte de mis congéneres, no era de los más populares, mi voz, mis facciones y mis traumas habían dejado en mi persona un aire afeminado que me marcó de por vida, y decir además que mi oralidad dejaba a otros como tontos, dieron a este personaje las características propias un ente peligroso y que debía ser eliminado.
Solo y con el miedo más grande que podía sentir en ese entonces, avanzaba por la calle de tierra sin saber cuál temor me derrotaría primero, Los perros por orden geográfico claro; por otro lado, me decía, puedes buscar una ruta alterna y con eso pasaría ese temor a otro orden, otro día, otro tiempo, donde quizá ya tenga el valor de enfrentarlos. Recordé entonces que efectivamente existía otra vía, mas larga y con mayor transito de personas y carros.
Me dispuse a desviarme y emprender mi ruta, sabia también que en esa ruta me encontraría con aquellos que me insultaban y me gritaban marica solo para hacer notar que ellos eran débiles mentales. Me pregunte allí, a qué le temo más?, a los perros o a los "perros"? los primeros y los segundos andaban en manada, proferían sonidos que me asustaban y lastimaban y podían atacarme.
Otra vez la sensación que me aprieta el pecho, esto es caótico y crónico, no debía dejar que me afectaran tanto, pero lo hacían, me afectaban al grado de no poder respirar, eran como esos galillazos provocados por la ingesta súbita de algo dulce como la miel. Mi maleta pesaba un mundo, y mis talones sonaban como los de un borracho que sabe a donde quiere ir pero que su cuerpo no responde a sus órdenes.
Ya los veo desde lejos, por momentos mi mente juega conmigo, a veces cuatro patas, a veces dos, a veces riendo, a veces ladrando. Son perros? me dije , no, son ellos me respondí. Al final me eché a la pena, me resigné a soportar el dolor, ese dolor que no te deja moretones, ese dolor que se te queda como mancha de aguacate en la ropa, ese dolor que mata al bueno y despierta al malo.
Me ven y se hacen señas, igual que los "perros" cuando arman su estrategia para atacar. Yo igual que un perro en vecindario ajeno, escondo el rabo y bajo la cabeza, como diciendo no quiero problemas, reconozco que son más fuerte que yo, solo quiero pasar. Veo al más fuerte disponerse atacar, ahora creo que debí ir por mi ruta segura, aquella que no solo me libraba de esta jauría, sino que por la presencia del boscaje le daba a mis neuronas la oportunidad de acelerar sus sinapsis con la imaginación.
Era tarde, otra vez mis decisiones me había puesto en un sitio desagradable al que yo no quería ni podía superar. Salió de su hocico la palabra, y los ladridos de los otros acompañan como abejas atacando en grupo, un aguijón tras otro. Me quedo mudo y no dejo de caminar, me digo a mis adentros, si corres te puedes salvar, ¡lo hago!, corro y corro  y no dejo de correr, acaso corro por alejarme de ellos solamente, no, en realidad corro de mi vida, corro de mi suerte, corro de mi destino, ese que sin llamarlo me persigue, ese que sin desearlo aparece. Como suponen , alguien que no es atlético ni juega pelota, si pelota, ese juego que te marca tu sexo, el maldito juego que determina si serás un abusador o un abusado, juego que determinará tus amigos, tus novias y tu vida.
Por alguna razón la gente estigmatiza por todo, ¡los niños a los carros!, ¡a la guerra! y ¡a la pelota!, esa marca tampoco se te quita, como la mancha del plátano verde.
Caí estrepitosamente tan fuerte que no podía moverme, mi uniforme se empolvó a tal grado que camisa y pantalón eran kakis, bueno el pantalón ya lo era, ahora parecía gendarme de los años 40 nada más que sin tolete ni gorra.
De repente siento una mano fuerte que me sujeta y con todo el dolor que sentía, me obligó a levantarme. No se si hubiese sido mejor quedarme en el piso, pero de nuevo, en la vida pasan cosas que uno nunca las entiende, ni las puede evitar.